Han transcurrido poco más de dos años y medio, la mitad de su condena, desde que Luis Manuel Otero, uno de los más conocidos presos políticos cubanos, fue encarcelado y posteriormente juzgado por el Tribunal Municipal de Marianao, La Habana, a cinco años de privación de libertad por los delitos fabricados de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desórdenes públicos. Desde la prisión de máxima seguridad de Guanajay, provincia Artemisa, Otero ha seguido entregándonos, ahora con la materia única de la soledad y el paso del tiempo, intervenciones artísticas como Retrato al carbón del gato de Schrödinger, donde vende y reparte sus días en la cárcel. En su celda, Otero dibuja tanto como puede, imbuido por los estados de ánimo y los rostros desamparados de los otros reclusos en un centro penitenciario que el artista califica como «una catedral del mal». A través de las escasas llamadas telefónicas que de tanto en tanto le permiten hacer, con la ayuda de la curadora y amiga Claudia Genlui, hemos conversado con el líder del Movimiento San Isidro, cuya voz secuestrada conserva la elocuencia y el ímpetu que le recordó a un país aquella frase repetida por los jóvenes furiosos del mayo francés: «tout est dans tout et tout est politique» (todo está en todo y todo es político).

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